miércoles, 26 de noviembre de 2014

Extraño encuentro en la 401

Para quienes vivimos en el poniente hacer vida social después de la universidad es difícil. Y no por el resentimiento hacia la sociedad de consumo que me obliga a comprar papas fritas a 5 lucas, sino porque las nuevas amistades surgidas por la influencia de nuestro ejercicio laboral provienen de otra clase social que pernoctan pasado el muro de Plaza Italia, o también porque los viejos amigos del poniente comienzan a luchar por pertenecer al selecto grupo de los C2, quienes con sus primeros sueldos se esfuerzan en arrendar hogares cerca de sus trabajos.

Hace un tiempo para mí la universidad era el espacio físico y simbólico en donde podía entablar amistades y compartir sin mirar el reloj, pero ahora con la premura de la modernidad todo se ha reducido a los karaokes, pubs o departamentos con quincho. Y el que vive en el poniente es el que más sufre porque tienes sólo dos opciones para seguir con vida: Tomar la 401 o dormir en el suelo de alguna casa amiga tapado con la alfombra.

Pasada la medianoche un paradero que está cerca del Metro Baquedano, próximo a un Telepizza y a un café con piernas en donde trafican cocaína, se torna sumamente brígido y peligroso. La 401 es un mundo nuevo, repleta de gente muy diversa; de borrachos con ternos del Fashion Park, de mujeres obesas mostrando el ombligo, de jóvenes con el peinado de Arturo Vidal, de hippies drogados que bailan al ritmo de Chico Trujillo y de peleas imaginarias con chispeada constante de dedos (“oe, q paza”).

Una vez en esta micro, una chica muy guapa, y “dije” a la vez, se acercó para preguntarme el recorrido de la 401. Le expliqué en un lenguaje filosófico que llegaba hasta camino Melipilla. Al parecer tenía ganas de hablar, y me empezó a contar de su vida; que había terminado una relación amorosa hace poco, que cursaba 3° año de derecho en la Universidad de Chile, que le gustaba la música electrónica y que era hija única. Todo esto me pareció muy transparente de su parte, pero no me dio la confianza para comentarle acerca de mí vida. Sólo me dediqué a tirar tallas y ser bromista.

La niña me miró coquetamente a los ojos y me preguntó si quería acompañarla a un cumpleaños. Me tomó la mano y se hizo la amurrada barzamente. Sorprendido, y pensando siempre en lo peor, presentí que me quería asaltar. Me alejo. La niña ve mi espanto y me pide disculpa. Asume que estaba media borracha y que se sobrepasó. Con amargura, me explica que no quiere llegar sola al cumpleaños, y que yo me veía buena onda, así como “inocente” y “confiable”.

Le respondí cordialmente que no podía porque al otro día tenía que estudiar (Mentira. Temía que en ese cumpleaños me fueran a descuartizar).


Nos despedimos con un beso en la mejilla. Y cuando se bajó de la 401 me gritó: “Voh te lo perdí maraco”. 

miércoles, 12 de noviembre de 2014

El Huésped




Son las 3:33

Hay un huésped que golpea con agobio e insistencia la puerta de mi habitación todas las noches. Mientras intento consolarlo de sus penurias y naufragios, la poesía de Wagner musicaliza el drama y el recuerdo. En mi condición de orfandad insisto con premura la muerte de sus miedos.

La soledad radical del huésped intimidó a la risa más tímida que escapaba tangencialmente por el vació primordial de la congoja. Un dilema en que no hay nada seguro, un delirio que inclina al azar como la moral que justifica la ley; su dominación y nuestro acatamiento.

Creía que la propiedad había originado esa retorcida angustia que afecta a mis amigos. Lo creía hasta que escuché la voz proveniente de la diosa que consumió el tiempo en tan sólo un instante, transformando a la eternidad en un grito pavoroso de auxilio; difuso, arrítmico y alucinante.

El huésped no sale de la casa, es ateo y la mayor parte del tiempo se lo lleva rezando. Nada lo seduce, nada le atrae, nada lo motiva, pero busca sin pretender encontrar. La promesa radica en el desengaño, en la paradoja consustancial del placer. Cuando la tierra tiembla, las tumbas se abren y muchos cuerpos que habían muerto cobran vida.

Son las 3:33

El huésped viene nuevamente a golpear la puerta.

jueves, 16 de octubre de 2014

El vedeto morado



El fin de semana unas amigas me comentaron que fueron a una despedida de soltera. Eran 28 mujeres que pagaron con la beca Junaeb para ser satisfechas por dos vedetos en una sala de cinco metros de ancho por dos de largo. Fueron 4 horas ininterrumpidas e inolvidables para una de ellas, la que me confesó que cada vez que se come un helado cola de tigre en la 401 se acuerda de este evento.  La sonrisa no se la saca nadie.

Uno de los vedetos era de raza aria. Según me comentaron las fuentes este joven pertenece a una rancia aristocracia inglesa, maneja un perfecto francés y un español nivel intermedio tirado para bajo. Además posee un postgrado en turismo de la universidad de Oxford y un curso de dramaturgia impartido en el GAM.  El otro es de raza africana. En Nueva Zelanda trabajó como burro de carga para una empresa minera, y antes en Australia se desempeñó como gásfiter ganando 50 dólares la hora. Cursó hasta tercero de humanidades en el Congo y lo único que conocía previo a llegar a Chile eran las canciones de Claudio Narea con Profetas y Frenéticos.   

Lo más les gustó a mis amigas es que el vedeto ario tenía el pene morado. Según una de ellas, la que tiene más experiencia en este rubro internacional, sus medidas sobrepasaban los 30 centímetros de largo sin erección. Al llegar a mi casa, tomé una regla, y quise compararme. Me supera en 29 centímetros. ¿No será demasiado?

El vedeto de pene morado se acercó moviendo su pelvis a una de mis amigas más tímidas y le hizo el ademan para que se lo metiera a la boca. Ella se asustó y se escondió bajo la mesa.

Una de las 28 chicas (no amiga mía) se montó sobre el vedeto de raza africana y hasta el pasado sábado no le ha llegado la ruler. El problema es que ella es pareja de una persona pública y no puede fingir que va a ser hijo de él porque saldrá de piel achocolatada.

Mis amigas me mostraron un par de fotos y reí extrañado. En ese minuto pensé para mis adentros ¿En qué momento de la historia humana se inventó este tipo de actividades sociales? ¿Qué ocurrió en los sujetos para que esto sucediera? Fui a la biblioteca a buscar la respuesta y me quedé pegado leyendo a Barrabases. Tenía la intención de escribir un ensayo al respecto, tomando como referencia el feminismo de Simone de Beauvoir, y terminé redactando esto porque a mi impresora se le acabó la tinta.

A diferencia de mis otras amigas, la amiga tímida me susurro al oído que no le gustó el vedeto con pene morado, ya que lo encontró asqueroso y sucio. “Sus dimensiones son muy grandes, me podría atravesar” contó sonrojada. Mi amiga tímida es de tamaño pequeño. Un amigo oriundo de Noviciado le dijo que ella era del porte del pene morado. Todos rieron.

martes, 23 de septiembre de 2014

Mi vecino Mauricio Flores


Mauricio Flores vive en Maipú y es mi vecino. En el barrio todos lo saben y muchos lo comentan, sobre todo el presidente de la junta de vecinos que te lanza la copucha de entrada cada vez que pasa algo relacionado con la casa número 12. Hace 1 semana atrás habían 7 autos negros de la misma marca afuera de su ruca y no creo que era precisamente una simple junta de amigos en torno a un juego de Play Station.

A su hijo Diego, sus amigos lo apodan como “el mono”. Las veces que he jugado a la pelota con estos “luchines” al cabro lo tratan re mal: Siempre es el primero en jugar al arco, cuando ingresa a la cancha no le dan pases, y lo responsabilizan de todas las derrotas. Además lo insultan de forma vejatoria e hiriente, sin razón alguna, rozando el arribismo siendo profundamente clasista. Diego es un cabro tranquilo, humilde, bajo perfil y no hace alarde de su condición de hijo de superStar.

Diego es de esos niños que aún siguen siendo niños. Desde los 4 años anda peluseando en la calle; a pata pelá, con ropa color tierra y con la cara dibujada con un espeso chocolate. Muchas veces anda jugando sólo, corriendo de un lado para otro, inventándose amigos imaginarios y villanos a quienes tiene que derrotar. Me recordó mucho mi infancia.  

Diego creció y ahora está rebelde. En el barrio a nosotros nos dicen “los hippies”. Es incómodo porque nos lo dicen entre murmullos y bulbuceos lejanos. La casa donde duermo no tiene cortinas entonces se ve todo lo que hay adentro. En el último Halloween, Diego y su pandilla, se dedicaron a molestarnos. Pasada la medianoche nos tocaban la puerta y salían corriendo.  Lo hicieron por lo menos 4 veces. Mi madre se molestó y salió persiguiéndolos con un uslero. Nunca los pilló. Al único que reconocimos fue a Diego porque tienes las piernas arqueadas y sus pasos eran más lentos que el resto.

Una vez con unos amigos hicimos un documental de la importancia de la risa en la transformación social. En contenido quedó bueno, pero fallamos en la composición de la imagen. De todas maneras ganamos un 2° lugar en un concurso de creaciones audiovisuales. Esto último lo digo para que no piensen que me dedico a sólo "tonteras". Y uno de los que participó, siendo relevante en su diseño fue Mauricio Flores.

Mauricio es una persona buena del alma, que disfruta lo que hace, con un día a día que no termina con la rutina. No hay días feriados porque la vida es un hobby para él, lo pasa bien, le gusta trabajar, le gusta crear ¿Y cómo no? Su misión es hacer reír a la gente. A veces me han dado ganas de ir a decirle que me gustaría trabajar con él, haciéndole sus guiones, pero no se ha dado la oportunidad.

En los últimos meses he visto a mi vecino dando explicaciones en televisión de las deudas que tuvo (o tiene). El tipo es franco, nunca ha mentido, ha reconocido sus errores. Siento que nunca mereció tanta humillación pública. Lo vi llorar en Primer plano y en Mentiras verdaderas. Me dio pena verlo así. Tiene 4 hijos, 1 esposa, quizás una amante, y el sueldo de un humorista no alcanza para pagar lo básico de una familia de clase media. Imagínense con deudas millonarias. Imposible.  

Tenía un Mazda xr8 y lo vendió. El pasto de su casa de verde pasó a seco. Diego actualizó su polera de la “U” sólo hasta el año 2006. La desaceleración económica viene de hace años y no llegó en este gobierno. Más encima, según el presidente de la junta de vecinos, se debió armar un equipo soviético de seguridad para redoblar esfuerzos para que los periodistas de farándula no se acerquen a la casa de Tony Esbelt. Un día una reportera se colocó y se fue de PLR pa’ fuera.

La gente buena irremediablemente tiene que vivir feliz. Si se pasa por algo indeseable esto será sólo momentáneo para el aprendizaje. Todo (el bien y el mal) finalmente tiene un sentido y es la vida misma.  La vida es corta, hay que aprovecharla, y como diría un amigo “hay que hacer de esto un poquito más interesante”.   

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Mi primera experiencia en Tinder

(Esta es mi foto de perfil en Facebook)


Tengo un amigo inglés que me comentó de una aplicación de celulares que se llama Tinder, y que con sólo colocar un “me gusta” a las fotos de perfil de niñas atractivas se puede acordar una cita con ellas en el mundo real.

Mi intención era sólo hacer un diagnóstico sociológico neo marxista del tipo de musas que interactúan por esta red social. Sólo eso; analizar sus gestos, miradas, posturas y visiones de mundo. Obviamente no le dije a mi polola de esto, porque se iba a poner celosa y aún no comprende que las amigas son amigas y no simples meretrices. Por esa mentalidad conservadora inspirada en un colectivo pastfeminista opté por mentirle, diciéndole que iba a ir al estadio a ver un partido de fútbol.

Bueno, la cosa es que con la chica Tinder nos íbamos a juntar en el metro Plaza de Armas porque se me ocurrió el brillante panorama de ir a tirarles migas de pan a las palomas. Ella no lo sabía, era una sorpresa. Quizás para ella no era tan agradable, pero para mí este espacio público es un ambiente propicio para conocer a una persona y así analizar qué tan apegado está la gente a sus necesidades, además de aprovechar el momento para hacerme un auto diagnóstico con intenciones reveladoras del sentido.

La junta era a las 16 horas y a las 17 horas la chica en cuestión aún no llegaba, y como mi celular es prepago, y Claro me congela los minutos por no ocuparlos, estaba incomunicado. A las 17:30 veo su silueta caminar. Su nombre es Andrea Paz. Digo su nombre públicamente debido a que hice el trámite de las liberatorias; aceptada por ambas partes y firmada por el tercer juzgado de policía local de Maipú. Tío Emilio sólo debes aprender de mí en temas de televisión.

Lo primero que me dice es que no me parezco al Guasón. Afirmación que exclamó con desazón puesto que supuestamente la foto de perfil de Tinder es una imagen real de mi físico. Se llevó una gran decepción. Todo partió mal. Me bajó el autoestima y me miró como si fuera una alpargata. Con el fin de arreglar la incómoda situación hice como que veía el celular en búsqueda de una red wifi libre para cambiar rápidamente el nefasto plan de visitar las palomas de la Plaza de Armas.

(Claro de mierda, cuánto te odio, me robaste 20 lucas)

Cuando subíamos las escaleras, sin emitir sonidos comunicativos, se me iluminó la ampolleta del mate. Le dije: “Vamos a conocer el ex congreso nacional, te tengo un  regalo”. No tenía idea qué diablos había, pero siempre hay charlas y esas cosas, y para salir del apuro, personifiqué a un hombre ficticio con una personalidad súper cósmica y varonil.

Entramos al Ex Congreso y veo a la mejor amiga de mi polola. Ella no me ve, pero yo sí. “Chucha ¿qué hago?”, exclamé como el Lennin soviético. Caminé rápido y me metí al primer salón que encontré: Un seminario del deporte paralímpico. Ahí nos quedamos un buen rato. Mi corazón latía a mil por hora. A Andrea le gusta el deporte por lo que hubo mucha química. La relación anduvo bien hasta que me dieron ganas de ir a hacer pipí. Como me aguanté mucho partí corriendo al baño; me tropecé con la alfombra, caí al suelo y mis anteojos salieron disparados por el cielo. Sin embargo lo doloroso no fue el golpe. Cuando llegué al baño me percaté que me había orinado en mis pantalones. Se me ocurrió la genial idea de tirarme agua sobre estos para inventar la mula que la llave del baño se rompió y chorreó agua por todos lados. 

Al regresar la chica estaba afuera del salón con una cara de tres metros. Antes de hablarnos apareció el diputado democratacristiano Pablo Lorenzini en la entrada del salón. Y se nos acerca con cara de acertijo. ¿Qué huevada están haciendo acá?- pregunta con un tono de comedia griega. “Nada, es un seminario del deporte paralímpico”. Jajaja-ríe. Váyanse mejor al debate de la reforma tributaria, ahí están las lucas, está que arde, la conchasumadre- gesticula con las manos mientras pasaba Pepe Auth sin su gorro de vaquero.

Partimos con el diputado a la discusión de la reforma tributaria a cachar el mote. Lo siento, ya no puedo seguir escribiendo. Manejo información privilegiada y si la manifiesto, Patria y Libertad atentará contra mi vida.


(Todo esto sucedió el día anterior al estallido de una bomba en el metro escuela militar en septiembre del 2014)