jueves, 22 de enero de 2015

Bailando cumbia conocí a una persona


La vecina le puso versatilidad para bailar cumbia conmigo. Sólo por su forma de moverse capté que tenía sensibilidad de izquierda y que vive en una casa pareada. Su metro con 60 centímetros armonizó un canto despechado con el ademán característico de barra brava (Y todo esto a ojos cerrados).

Me acerqué a su cuello sólo para comprobar que su aroma olía a pura humanidades de institución educacional pública. Terminó la canción y levantó la mano para hacerle un gesto a su grupo de amigos: “Cabros estoy acá”. Ese “cabros” corresponde a un vocablo muy particular de una clase emergente de vagos académicos que me caen relativamente bien. Prefieren el terremoto al whisky, la pachanga sobre la electrónica y a Ranciere para dejar en silencio a Axel Kaiser.

Quizás es vegana nivel 5, quizás. Su familia seguramente comía en ollas comunas en tiempos de la Unidad Popular, seguramente. Y supongo que al dinero le dice “moneah”, a los traidores “desclasados” y al “hueón”, “washo”. Y lo más probable es que sea pro aborto, pro matrimonio gay, pro divorcio gay, pro marihuana, pro animal, pro sexo casual, pro Patagonia sin represas, pro ateísmo, pro soja, pro capucha, pro libros usados, pro copas menstruales y pro destrucción total.

“Flaco, ¿Querí bailar?” así comenzó todo, y así fue como todo terminó. No está en las redes sociales ya que la lucha está en la calle (a la wena rebeldía ooee zii). Si el sistema electoral fuera a mano alzada, votaría. Profesa El Capital de Marx desde Wikipedia y rehúsa de cualquier forma de autoridad y de propiedad privada, pese a que de todas maneras amó a su ex pareja como una propiedad privada.

Igual la vecina cuando crezca cambiará sus trapos del persa por la última promoción de Falabella. Y caerá en la trampa de derrotar al capitalismo juntando kilómetros Lan Pass. Una bella golondrina comiendo del basurero municipal.

Da vuelta la página, y no alegues. Pendeja.

Saludos cordiales.
Atte.
Una persona.

lunes, 5 de enero de 2015

Convicciones

El anarquista me dijo que estaba feliz porque tenía un trabajo en una empresa grande, con contrato indefinido, con seguridad laboral y con la posibilidad de ahorrar para la jubilación. El tiempo pasa, la gente cambia y las historias se reconstruyen.