Mauricio
Flores vive en Maipú y es mi vecino. En el barrio todos lo saben y muchos lo
comentan, sobre todo el presidente de la junta de vecinos que te lanza la
copucha de entrada cada vez que pasa algo relacionado con la casa número 12. Hace
1 semana atrás habían 7 autos negros de la misma marca afuera de su ruca y no
creo que era precisamente una simple junta de amigos en torno a un juego de
Play Station.
A
su hijo Diego, sus amigos lo apodan como “el mono”. Las veces que he jugado a
la pelota con estos “luchines” al cabro lo tratan re mal: Siempre es el primero
en jugar al arco, cuando ingresa a la cancha no le dan pases, y lo responsabilizan
de todas las derrotas. Además lo insultan de forma vejatoria e hiriente, sin razón
alguna, rozando el arribismo siendo profundamente clasista. Diego es un cabro
tranquilo, humilde, bajo perfil y no hace alarde de su condición de hijo de
superStar.
Diego
es de esos niños que aún siguen siendo niños. Desde los 4 años anda peluseando
en la calle; a pata pelá, con ropa color tierra y con la cara dibujada con un
espeso chocolate. Muchas veces anda jugando sólo, corriendo de un lado para otro,
inventándose amigos imaginarios y villanos a quienes tiene que derrotar. Me
recordó mucho mi infancia.
Diego
creció y ahora está rebelde. En el barrio a nosotros nos dicen “los hippies”.
Es incómodo porque nos lo dicen entre murmullos y bulbuceos lejanos. La casa
donde duermo no tiene cortinas entonces se ve todo lo que hay adentro. En el
último Halloween, Diego y su pandilla, se dedicaron a molestarnos. Pasada la
medianoche nos tocaban la puerta y salían corriendo. Lo hicieron por lo menos 4 veces. Mi madre se
molestó y salió persiguiéndolos con un uslero. Nunca los pilló. Al único que
reconocimos fue a Diego porque tienes las piernas arqueadas y sus pasos eran
más lentos que el resto.
Una
vez con unos amigos hicimos un documental de la importancia de la risa en la transformación
social. En contenido quedó bueno, pero fallamos en la composición de la imagen.
De todas maneras ganamos un 2° lugar en un concurso de creaciones
audiovisuales. Esto último lo digo para que no piensen que me dedico a sólo "tonteras". Y uno de los que participó, siendo relevante en su diseño
fue Mauricio Flores.
Mauricio
es una persona buena del alma, que disfruta lo que hace, con un día a día que no termina con la rutina. No hay días feriados porque la vida es un hobby para él, lo
pasa bien, le gusta trabajar, le gusta crear ¿Y cómo no? Su misión es hacer reír a la gente. A
veces me han dado ganas de ir a decirle que me gustaría trabajar con él,
haciéndole sus guiones, pero no se ha dado la oportunidad.
En
los últimos meses he visto a mi vecino dando explicaciones en televisión de las
deudas que tuvo (o tiene). El tipo es franco, nunca ha mentido, ha reconocido sus errores.
Siento que nunca mereció tanta humillación pública. Lo vi llorar en Primer
plano y en Mentiras verdaderas. Me dio pena verlo así. Tiene 4 hijos, 1 esposa,
quizás una amante, y el sueldo de un humorista no alcanza para pagar lo básico
de una familia de clase media. Imagínense con deudas millonarias. Imposible.
Tenía
un Mazda xr8 y lo vendió. El pasto de su casa de verde pasó a seco. Diego actualizó su polera de la “U” sólo hasta el año 2006. La desaceleración económica viene de hace años y
no llegó en este gobierno. Más encima, según el presidente de la junta de
vecinos, se debió armar un equipo soviético de seguridad para redoblar
esfuerzos para que los periodistas de farándula no se acerquen a la casa de Tony Esbelt. Un
día una reportera se colocó y se fue de PLR pa’ fuera.
La
gente buena irremediablemente tiene que vivir feliz. Si se pasa por algo indeseable esto
será sólo momentáneo para el aprendizaje. Todo (el bien y el mal) finalmente tiene un sentido y es
la vida misma. La vida es corta, hay que
aprovecharla, y como diría un amigo “hay que hacer de esto un poquito más
interesante”.