(Tras esta imagen, llegué a escribir a mi casa)
Me causa
mucho temor, angustia y desazón cuando la Claudia me escribe un MAIL CON
MAYÚSCULAS y peor aún si esas mayúsculas van subrayadas con negrita y con color
rojo. Me imagino su rostro enfurecido con su mano derecha empuñada golpeando la
mesa, mientras me dice con una voz entre coqueta, dulce y dictatorial que he
cometido un error.
Me pasan
dos cosas con Claudia: Admiración y miedo. Me cae bien, me cuenta de su vida y
pela a gente que conocemos en común. Fuentes amigas primarias me han comentado
que me pela, pero no me importa porque yo hago lo mismo. Ella me pela con mis
amigos y yo con los mismos amigos. En realidad, no me quejo de lo que habla de
mí a mis espaldas porque me alaga. Yo también la alago, pero soy más crítico
con su forma de ser.
¿Qué
hubiese pasado si Claudia y yo tuviéramos la misma edad? ¿Seríamos pareja? ¿Seríamos
amigos? ¿Seríamos de esas amistades asexuadas entre un hombre y una mujer? No
sé, pero lo he pensado más de una vez. No es que me gustaría tener un vínculo
más estrecho con ella, pero de que hay algo, lo hay. Con respecto a ese algo,
no es más que una relación de cercanía y amistad. Es algo que no debió por qué ocurrir,
pero ocurrió.
A veces
Claudia despierta con el pie izquierdo: Habla más rápido que periodista
deportivo y anda más estresada que monja con atraso.
Eso sí,
no me gusta que me diga: “Huevon”. Huevón para arriba, huevón para abajo.
Claudia, yo no soy huevón. Cuando le hablo soy muy inseguro. Siento que me va a
gritonear con o sin argumento. En el momento que intento hilvanar algo coherente
en la conexión de mi hemisferio izquierdo del cerebro con mi lengua, ella me
mira profundamente con sus ojos acaramelados bloqueando toda idea y
pensamiento, dejándome en ridículo. Claudia no se da cuenta de esto. Por eso
dejo que ella hable y hable. Prefiero escucharla. Es inteligente.
Me marea
eso sí. A veces me habla mucho y no puedo concentrarme en su discurso. Mi mente
vuela pasando por todas mis preocupaciones adolescentes, desde el trasero de
Virginia Reginatto hasta pensar en la formación titular de Chile para el
mundial 2014. Cuando vuelvo a la realidad-un proceso de 3 minutos- recuerdo que
no entendí absolutamente nada de lo que me dijo y que si quiero entender lo
siguiente debí haber comprendido lo anterior.
Todos
los días se aprende algo nuevo.